martes, 25 de marzo de 2014

ARTÍCULO SOBRE LOS SUPERDOTADOS

Si un niño muestra desde muy corta edad un apetito voraz por la lectura, si al año y medio puede permanecer sentado viendo entera una película de dibujos, si con 24 meses realiza correctamente sencillas operaciones aritméticas, si a los dos años y medio sigue con interés los partidos de fútbol hasta su fin, o si a los tres es capaz de construir puzzles de hasta 300 piezas o de tocar el violín, será seguramente un niño superdotado.

El filósofo Antonio Marina, autor de La inteligencia ejecutiva o La inteligencia fracasada, lo resume en una frase: “La mayor riqueza de un país no son sus materias primas, su territorio y su capital, sino el talento de sus ciudadanos”. Durante décadas Cuba, la Unión Soviética y sus países satélites aplicaron las palabras de Marina entrenando a las mentes más privilegiadas en unas escuelas segregadas con el fin de que ocupasen los puestos dirigentes de la política y la Administración al tiempo que a los superdotados estadounidenses se les formaba —y se les forma— en escuelas privadas para liderar el mundo de las finanzas. Mientras, la equitativa Europa, convencida de la necesidad de ofrecer una educación igual para todos sin caer en elitismos, ha estado mirando para otro lado. Hoy Barack Obama reclama que estas cabezas brillantes se centren también en otros campos como la ciencia o la medicina y en el Viejo Continente se plantean, en plena debacle económica, si se está malgastando materia gris sin saberlo.




 Cociente intelectual mayor de 130, creatividad, persistencia en las tareas, gran capacidad de influir en la gente. Clínicamente, estas son las características básicas que definen a una persona superdotada. Sin embargo, en la vida diaria esta ‘cualidad’ implica mucho más.
“En principio son niños que tienen una situación neurológica normal, sin ningún antecedente de enfermedad previa”, explica a SINC Pedro de Castro, neurólogo infantil del Hospital Gregorio Marañón de Madrid. “Pero una vez que se establece la capacidad intelectual por encima de la media, hay que valorar otros factores que se asocian con frecuencia, como problemas depresivos o de integración social”.
De hecho, aunque las cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS) apuntan a que el 2,3% de la población mundial posee altas capacidades, más del 30% de estas personas tienen un bajo rendimiento escolar y se sienten aisladas y no tan felices como su grupo de sus compañeros.
Es más, según De Castro, los niños superdotados muchas veces sufren falta de motivación y frustración en el colegio, sienten que los profesores no entienden su comportamiento ni su manera de ser y no se identifican con los demás. Y esto con frecuencia desemboca en un aislamiento; no prestan atención en el colegio, no tienen interés en lo que se explica y no se conforman con lo que se les dice. Todo ello deriva en muchos casos en un aparente fracaso escolar, síntoma que suele ser la razón por la que se acude al especialista.
“Las familias vienen por problemas en el colegio, creen que sus hijos pueden sufrir trastorno por déficit de atención o hiperactividad; la mayor parte de las veces no saben que son superdotados”, afirma el neurólogo. “Por eso lo primero que hay que hacer es diagnosticarles para que los profesionales adecuados encaucen estas capacidades y logren un rendimiento académico y personal óptimo”.

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